lunes, 28 de noviembre de 2011

Payando por un sueño - Miguel Nigro

Ante la propuesta de un parcial con una consigna que consistiera en la escritura de un texto de ficción, mi primera reacción fue de franco escepticismo. En primer lugar, porque no es lo acostumbrado en las restantes materias, que nos forman en otros géneros discursivos no vinculados a la escritura de ficción. En segundo lugar, porque me parecía que a primera vista podría resultar más fácil de lo que uno suponía, con lo cual temía que esa libertad que brindaba la consigna no fuera tal a la hora de la corrección.

Al momento de elegir el género, dudé bastante, pero cuando se me presentaron un par de rimas espontáneamente en la cabeza, y vi que surgían dos o tres estrofas factibles que tuvieran relación con los textos de la bibliografía, decidí optar por el género gauchesco. Cuando, ya decidido el género, me aboqué a la tarea, me di cuenta de que era bastante más difícil de lo que pensaba y que esa supuesta libertad que había imaginado en un principio tenía también sus limitaciones (la consigna ciertamente compartía los criterios de valla y trampolín que habíamos estado viendo por esos días en los prácticos).

Una de las dificultades más grandes que tuve fue la integración de conceptos de la bibliografía a las pautas tan codificadas del género por mí elegido. Luego, me di cuenta de que para resolver esto, una de las opciones que podía usar, y que la consigna por su amplitud no me restringía, era la de incorporar una dimensión humorística al parcial (algo que hubiera sido impensable en otra materia). Con lo cual, empecé a ver que en lugar de romperme la cabeza para pensar una rima consonante para “Grafein” –proeza que hasta el día de hoy me sigue vedada, al menos en otra lengua que no sea la alemana- debía dar otra vuelta de tuerca: en lugar de valla y trampolín, escribir “valla y alambrado” y rimarlo con Pampillo y Alvarado, por ejemplo. No sólo fue divertido como ejercicio esto, sino que me ayudó a pensar en esos conceptos no tanto como expresiones fosilizadas, sino en sus implicancias a la hora de hacer ficción.

Si bien al principio me costó bastante, al final me divertí mucho haciéndolo, me sirvió para pensar en la ficción como vehículo de reflexión teórica, es decir, cómo la teoría puede ser aprehensible a través de escritura ficcional. Además, luego de muchos años de guitarrear en otros exámenes, no estuvo mal que esa “payada” que tanto circula en otras materias fuera, por una vez, legitimada desde la propia consigna de escritura.

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