miércoles, 30 de noviembre de 2011

Cecilia Magadán - El bostezo como unidad de medida

Un profesor que tuve alguna vez en la carrera de Letras, en una monografía que yo había entregado, escribió una devolución que comenzaba así: “La calidad de un parcial se mide por la cantidad de bostezos que produce en el profesor que está leyendo”. En esta ocasión, en lugar de aplicar esta unidad de medida al producto, podríamos aplicarla a la consigna, simplemente porque yo me divertí —y no creo haber bostezado más que una o dos veces— inventando mi falsa obra de teatro-chat multimedia.

Recuerdo, al principio, haber planeado hacer participar solo a tres autores de nuestra bibliografía. Después me fui entusiasmando y quería dar un papel a cada uno: todos merecían su minuto de fama. Para ese ejercicio explícito de anacronismos (¿cómo iban a convivir y (re)conocerse Bourdieu con Blanche-Benveniste con Gianni Rodari con Elsie Rockwell?) y de plurilingüismo (¿qué lengua decidirían usar como lengua franca?), tuve que inventar soluciones e imaginar a cada momento qué pasaría si… Finalmente y literalmente, logré desprejuiciadamente “apropiarme” de los autores más que de la bibliografía (no sé si Bourdieu habría estado tan contento en este caso...).

La consigna así pautada fue un desafío. Significó releer los autores y jugar con ellos, ponerlos en situaciones en las que fue necesario llevar su pensamiento al extremo. Los temas que yo quise que discutieran no todos los habían trabajado alguna vez en su obra, entonces, tuve que imaginar cómo se posicionarían frente a esas cuestiones. Me enojé, sí: ¿por qué no se les había ocurrido pensar en estos debates, así yo no tenía que hablar por ellos? De un principio respetuoso y atento a la vida y obra real de los autores, pasé a un final en el que me sentía ya impune para imaginar sus argumentos, sus dichos, su registro de habla en otra lengua y también su vida privada.

Como trampolín, la ficción de la consigna me resultó refrescante y saludable. Como valla, la situación de evaluación resultaba algo más incierta. Definitivamente, el margen de error en la ficción está dado por otras variables: la cantidad de bostezos, la trama, el estilo. El temor era que, en el desparpajo de la escena, el pensamiento de los autores quedara tergiversado y les hiciera decir cosas imposibles o escandalosas acerca de la enseñanza de la lengua y la literatura.

A diferencia de otras escrituras académicas, la consigna de ficción teórica habilitó la invención y el juego con las voces de los autores. Al igual que otras escrituras académicas, también implicó seguir las características propias de un género. A diferencia de otras escrituras académicas, como alumna, yo escribí sin bostezar. Al igual que en otras escrituras académicas y pedestres, el lector siempre tiene derecho a bostezar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario