En primer lugar, soy de los que eligieron Letras porque me gusta escribir. Ya sé que esa sentencia puede condenarme al grupo de los que no son dignos de recibir el valioso mote de “académicos”, pero lo cierto es que fue una de las razones por las cuales ingresé a la carrera. Por eso la consigna de didáctica general, en la que nos pedían que construyéramos a partir de cierta discusión teórica un texto de ficción, me entusiasmó. Era la primera vez que me pedían que escribiera ficción en la facultad. Era la primera vez- este texto se está convirtiendo en una declaración de primeras veces- en que problematizaba el concepto de ficción y lo pensaba a partir de un texto ficcional.
Escribí una obra de teatro con ciertos matices absurdos que me hicieron reír mientras los iba imaginando: estaba la teoría que determinaba a cada personaje, que le confería ciertas características y marcaban su modo de actuar, esas cosas que uno inventa en su cabeza mientras lee los textos teóricos pero que se reprimen a la hora de escribir una monografía. El resultado fue una especie de tragicomedia en la que abundaban las referencias bíblicas, los rituales, la reacción de una turba de gente que clamaba por perspectivas didácticas. El problema, entonces, pasó al otro lado, o lo que yo proyectaba respecto a la recepción de ese texto. Y eso fue lo que más problemas me trajo porque ¿cómo aprobar con un texto de ficción?
La pregunta rondó por mi cabeza ¿tenía que ser menos grotesco? ¿se enojarían por la imagen que daba de algunos autores? Es decir, los cuestionamientos empezaron después de escribir el texto, en el instante en que estaba por enviar la consigna. La ficción es una forma de escritura que construye un saber diferente al del ensayo o a la monografía y no sabía cuál era la “parte” evaluable de ese escrito. Eso hizo que me cuestionara también por el momento en que tuviese que pedir a los alumnos alguna producción escrita ficcional ¿Qué evaluaría? ¿Podría corregir cosas que a mí me parecieran mal escritas? ¿Podría cuestionarles un argumento o los hechos que aparecieran en el texto?
En cierto sentido, la escritura de esa escena con personajes sacados de textos teóricos, había resultado más compleja que muchas de las monografías que tuve que escribir durante la carrera y en las que había tenido que discutir con teorías desde otros modos de acercamiento. Escenificar las teorías, ponerles voz, hacerlas luchar en un marco de ficción que las agrupaba en un escenario, resultó una experiencia compleja, en la que cada personaje iba más allá de lo que establecían sus textos y debía ponerlos en práctica: representar aquello que defendía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario