martes, 29 de noviembre de 2011

María Florencia Capello-El espectáculo de esta rara coincidencia




La propuesta de cruzar la bibliografía de la materia o los contenidos de lengua y literatura con la escritura de ficción me produjo en principio cierta desconfianza... o mejor dicho cierta incredulidad. Las decenas de parciales, monografías, informes y demás producciones de registro académico que tuve que escribir en los últimos años me tenían ya acostumbrada a un abordaje particular de los textos que parece cumplir su función mínima: evaluar la lectura, la comprensión, la elaboración de hipótesis.

Tanto en la experiencia de escribir el parcial, donde redacté una escena teatral, aunque sin mucho dramatismo, como en las actividades que llevamos a cabo con mis compañeros en las prácticas, el uso de este tipo de consignas no sólo se presentaba como un buen modo de poner en juego determinados saberes, sino que también parecía involucrar cierta concepción de lo literario y de la lectura que resultó ser una sorpresa. Mucho se enuncia acerca de esa condición de la crítica, la semiología y demás disciplinas del lenguaje, que las obliga a formularse con la misma materia que constituye su objeto (cfr. la lección de Barthes, de donde ha sido vilmente robado el título de la entrada), pero poco parece reflexionarse acerca de sus implicancias en la forma de abordar todo eso que es la literatura. Leemos a Adorno y escribimos parciales muy académicos sobre sus teorías estéticas o filosóficas sin detenernos por ejemplo a replantearnos sus cuestionamientos "¿Cómo podría ser posible hablar aestéticamente de lo estético, sin la menor semejanza con la cosa, a menos de caer en banausía y deslizarse a priori fuera de la cosa misma?". Creo que este tipo de consignas constituyen un buen intento de comenzar a responder que no, no es posible.

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