martes, 29 de noviembre de 2011

Así no era POR CECILIA VILLAVICENCIO

Me tocó cursar las didácticas después de finalizar la carrera de Letras. Años de clases expositivas y la única estrategia del trabajo en grupo para atravesar los textos en los prácticos, además de numerosos parciales de verificación de lectura. Resulta que, después de todo esto [y de haber aplaudido cual foca a los popes de la academia], todo esto justamente no debería ser así. O ese ser así ya fue. O ya fue para las cátedras de Didáctica, pero no fue para las otras cátedras de mi carrera. Por lo tanto, comienzo las didácticas con cierta inadecuación, con un vacío a llenar sobre qué hacer para que la intervención en el aula sea significativa y genere conocimiento.

Creo que la ventaja que tengo es que no doy clases, de modo que lo que hubo que desandar son más bien preconceptos jamás llevados a la práctica. Y, justamente, la práctica me permitió eso de “poner toda la carne al asador”: sumar recursos y estrategias para sostener la atención de la clase, además de entrar en el pensamiento de los que fueron mis estudiantes de diferentes formas [explicamos parodia con la imagen de Marge Simpson como el centro de “El nacimiento de la Venus” de Botticelli: con algo de irreverencia y sin miedo en nuestra clase se podía poner “chupón” o “estar depilada” en un poema]. Un esfuerzo satisfactorio de llevar videos, fotos, textos, bailar, cantar… [no tanto, pero lo habríamos hecho si hubiera sido necesario].

Y la sensación de que se quedaron más con el cómo que con el qué. Y así también fue mi experiencia en la cursada de la Didáctica especial. Ambos puntos del parcial nos hicieron poner en juego los textos, cruzarlos, generar lecturas nuevas, circunstancias de diálogo inesperadas. Si bien había que tener leídos todos los textos, el trabajo no era sobre la llanura de la fotocopia, sino sobre el relieve de las ideas que nos habían generado. Si una historieta no tiene nada de académico no lo sé ni me importa: la propuesta me sirvió para hacer dialogar dos posturas opuestas y además para sumar ideas para una posible evaluación. De este modo las estrategias que utilizaron con nosotros son parte misma del aprendizaje que estamos haciendo como docentes.

Antes me preguntaba por lo que habían aprendido los estudiantes durante nuestras prácticas y ahora entiendo que, con el avanzar en la experiencia, se atrevieron a leer poesía en voz alta, a escribir sobre los textos en las fotocopias que les llevamos, encontraban líneas de análisis y paralelos con la música, lo compartían con sus compañeros, ¡escribían poesía!

Misión cumplida de ambos lados.

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