Si
todo sale bien, me repito, este es el último cuatrimestre de cursada de mi
carrera. Casualmente, este último cuatrimestre me ha sucedido una cosa extraña:
en la materia didáctica especial los profesores me han pedido, por primera vez,
que escribiera ficción: ni una monografía, ni un parcial, sino un cielito, o un diálogo platónico, o una escena
teatral, o incluso una tira cómica.
Un
poco desconcertada elegí el cielito, porque se me hizo más preferido que el
resto.
Noté
la insistencia con la escritura desde el principio de la cursada, pero no
imaginaba que fuera a pasarme esto de tener que escribir ficción, los años de
carrera no me habían ayudado.
Recuerdo
lo divertido que fue, y fue un poco como jugar a algo, hacer que las piezas
entren en la composición, y que hubiera lectura además de escritura. Porque esa
era la herramienta: escribir también mis lecturas. Escribir para poder leer y
retroalimentar la relación entre la lectura y la escritura, incluso la oralidad
y la escritura o la lengua y el habla.
Me
sirvió mucho transitarlo para poder ponerlo en práctica después, yo creo que
fue clave la elección de un género que nos divirtiera, porque vi eso también a
mi alrededor cuando chusmeaba los trabajos de mis compañeros. Encontré cosas
muy buenas.
Insisto,
me divertí mientras realizaba el ejercicio, y creo que fue muy positivo el hecho
de tener que cruzar distintos tipos de saberes, registros y géneros en un
ejercicio de escritura. Pienso que eso nos acerca a los chicos y a nosotros
mismos. Destraba las barreras que, siento, le puso la carrera a mi escritura. Creo
que este único ejercicio de escritura ficcional que transité el último
cuatrimestre de la carrera me devolvió algo de la confianza y libertad que
encontraba en la ficción.
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