a
Cuando leí las consignas del parcial me
quedé totalmente sorprendida. El segundo punto pedía que escriba un texto de
ficción. ¿Qué cosa?, pensé, ¿y ahora de qué me disfrazo? La verdad es que no
sabía cómo iba a hacer, las ideas se me cruzaban, los autores y los textos
daban vueltas en mi cabeza sin parar. No me lo esperaba, ahora sí, estaba en el
“horno”.
Pensaba, pensaba, y me bloqueaba cada
vez más, ¿por qué se me hacía tan difícil?
Sin dar más vueltas, me decidí por el
diálogo. Listo, dije, hago dialogar a un par de autores y ya está. Pero no iba
a ser un buen camino, mi cerebro estructurado por los años puanísticos me
estaba jugando una mala pasada.
Comencé entonces a escribir lo que creía
sería lo que esperaban de la consigna: constatar la lectura de los textos en
una producción que los ponga en interacción.
Sí, claro, pero no era tan sencillo. Mi
cabeza se disputaba entre las “citas” y los autores que no podían faltar y las
escenas que se me “aparecían”
desordenadas.
Así, me puse a escribir el diálogo,
poniendo en juego los conceptos que me parecían
más interesantes, olvidándome un poco de la parte más creativa, y
llevándolo a una escena aburrida y sin color. Claramente, el resultado no me
convencía, pero los tiempos corrían y no podía hacer más. (O eso creía)
Después de haber pasado por la
experiencia de las prácticas, y de ser yo la que pedía crear ficción a los
alumnos, me di cuenta de que no me había permitido comprender la consigna, no
me había abierto a la posibilidad de crear algo que “escapara” a los parciales
que estaba acostumbrada a escribir. Como algunos de mis alumnos, me había
“negado” a participar. No había logrado poner realmente en juego mi
creatividad.
Finalmente, me quedé con ganas de seguir
escribiendo, y volví a buscar mi cuaderno de notas, que había dejado abandonado
en un cajón. Más allá de la facultad, más allá del aula, los parciales, los
tiempos, el trabajo, las corridas, me permití abrir un espacio, que creía
perdido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario