jueves, 28 de noviembre de 2013

La comida de la infancia-Silvina Peri





¿Qué pensé mientras escribía la escena teatral…? En principio pensé que era algo que no había hecho en mucho tiempo… ¿cómo era esto de escribir ficción….?
En la experiencia con mis alumnos he venido constatando que a la mayoría le gusta mucho escribir; y dentro del formato “clase de lengua y literatura” es una de las actividades preferidas, probablemente la más. He probado distintos tipos de consignas, con distintos resultados; consignas más libres, más acotadas; que hagan intervenir un género, que no; que tengan una extensión determinada o no, etc. Últimamente me llevé una sorpresa agradable en ese sentido; les llevé un final de cuento fantástico[1], para el cual ellos tenían que inventar todo menos el final, que ya venía dado. Pensé que no les iba a interesar porque era “el clásico final de fantasmas” y creí que lo iban a encontrar muy remanido, pero resultó todo lo contrario. El final era el siguiente:

—¡Qué extraño! —dijo la muchacha, avanzando cautelosamente—. ¡Qué puerta más pesada!
—La tocó, al hablar, y se cerró de pronto, con un golpe.
—¡Dios mío! —dijo el hombre—. Me parece que no tiene picaporte del lado de adentro. ¡Cómo, nos ha encerrado a los dos!
—A los dos no. A uno solo —dijo la muchacha.
Pasó a través de la puerta y desapareció.

IRELAND: Visitations (1919); En Borges y Bioy, Antología de la literatura fantástica.

La actividad “fue un éxito”, en el sentido de que los chicos se engancharon y escribieron relatos muy diferentes entre sí, muy lindos. Luego, una actividad que vengo implementando y que a veces da sus frutos, es que hagan “una crítica” de los relatos de los compañeros, según ciertos parámetros. Nos sirve para reflexionar cuestiones como el narrador, los efectos de verosimilitud, entre otras cosas.
Volviendo a mi propia experiencia, diferentes motivos (el recorrido por la carrera, el recorrido profesional, etc. etc.) “me hicieron” no escribir ficción durante mucho tiempo. Así que se podría decir que la experiencia me remontó un poco a la infancia y la adolescencia; digo esto porque, recientemente, las veces que me he puesto a escribir algo parecido fue más un apunte, un retratar una situación, fuera de cualquier cuestión o reflexión sobre los géneros. A la vez, aunque en apariencia parecía una consigna “fácil” no lo era, porque había que conjugar muchas cosas: la bibliografía de la materia, un género, y cierta imaginación o invención. La experiencia más parecida que tuve a esto fue la asistencia a talleres literarios en la adolescencia, o la escritura de ficción en el colegio secundario; algo que estuvo presente “al inicio” del gusto por las letras. Al mismo tiempo, puedo decir que hubo cierto espíritu “de juego”, cierta sensación agradable. Me sentí un poco como el personaje del crítico en la película Ratatouille, cuando le sirven la comida de la infancia. En la facultad nos acostumbramos a leer críticamente la escritura de otros; pero no nos dedicamos a escribir ficción, y menos que menos a tener alguna especie de mirada crítica sobre nuestra escritura. Así que la sensación fue rara, un poco placentera y un poco desconcertante.


[1] A los chicos del Liceo Comercial 3 DE 5, el otro colegio en el que trabajo; no son los mismos con los que hice las prácticas.

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