¿Qué pensé mientras escribía la
escena teatral…? En principio pensé que era algo que no había hecho en mucho
tiempo… ¿cómo era esto de escribir
ficción….?
En la experiencia con mis alumnos
he venido constatando que a la mayoría le gusta mucho escribir; y dentro del
formato “clase de lengua y literatura” es una de las actividades preferidas,
probablemente la más. He probado distintos tipos de consignas, con distintos
resultados; consignas más libres, más acotadas; que hagan intervenir un género,
que no; que tengan una extensión determinada o no, etc. Últimamente me llevé
una sorpresa agradable en ese sentido; les llevé un final de cuento fantástico[1],
para el cual ellos tenían que inventar todo menos el final, que ya venía dado.
Pensé que no les iba a interesar porque era “el clásico final de fantasmas” y
creí que lo iban a encontrar muy remanido, pero resultó todo lo contrario. El
final era el siguiente:
—¡Qué extraño! —dijo la muchacha,
avanzando cautelosamente—. ¡Qué puerta más pesada!
—La tocó, al hablar, y se cerró
de pronto, con un golpe.
—¡Dios mío! —dijo el hombre—. Me
parece que no tiene picaporte del lado de adentro. ¡Cómo, nos ha encerrado a
los dos!
—A los dos no. A uno solo —dijo
la muchacha.
Pasó a través de la puerta y
desapareció.
IRELAND: Visitations (1919); En
Borges y Bioy, Antología de la literatura
fantástica.
La actividad “fue un éxito”, en
el sentido de que los chicos se engancharon y escribieron relatos muy
diferentes entre sí, muy lindos. Luego, una actividad que vengo implementando y
que a veces da sus frutos, es que hagan “una crítica” de los relatos de los
compañeros, según ciertos parámetros. Nos sirve para reflexionar cuestiones
como el narrador, los efectos de verosimilitud, entre otras cosas.
Volviendo a mi propia
experiencia, diferentes motivos (el recorrido por la carrera, el recorrido
profesional, etc. etc.) “me hicieron” no escribir ficción durante mucho tiempo.
Así que se podría decir que la experiencia me remontó un poco a la infancia y
la adolescencia; digo esto porque, recientemente, las veces que me he puesto a
escribir algo parecido fue más un apunte, un retratar una situación, fuera de
cualquier cuestión o reflexión sobre los géneros. A la vez, aunque en
apariencia parecía una consigna “fácil” no lo era, porque había que conjugar
muchas cosas: la bibliografía de la materia, un género, y cierta imaginación o
invención. La experiencia más parecida que tuve a esto fue la asistencia a
talleres literarios en la adolescencia, o la escritura de ficción en el colegio
secundario; algo que estuvo presente “al inicio” del gusto por las letras. Al
mismo tiempo, puedo decir que hubo cierto espíritu “de
juego”, cierta sensación agradable. Me sentí un poco como el personaje del
crítico en la película Ratatouille,
cuando le sirven la comida de la infancia. En la facultad nos acostumbramos a
leer críticamente la escritura de otros; pero no nos dedicamos a escribir
ficción, y menos que menos a tener alguna especie de mirada crítica sobre
nuestra escritura. Así que la sensación fue rara, un poco placentera y un poco
desconcertante.
[1] A los chicos del Liceo Comercial 3 DE 5,
el otro colegio en el que trabajo; no son los mismos con los que hice las
prácticas.
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