Lo primero que pensé cuando
leí la consigna del segundo parcial fue: “hace un montón de tiempo que no
escribo ficción”, me acordé de mis años en la escuela secundaria. Sí, en esos
momentos escribía ficción y de manera frecuente. Quería traer esos recuerdos
así me ayudaban un poco con la redacción aunque también apelé a los textos que
estaba leyendo en esos momentos. Pensé que iba a ser una buena idea abordar el
género obra de teatro. Tengo que confesar que una de las correcciones del
parcial fue que los personajes de la obra no dialogaban entre sí, se
presentaban a sí mismos cuando la luz los iluminaba en el escenario pero no
hablaban entre ellos. Así que creo que la idea de escribir ficción no resultó
tan fácil como pensé. Por un lado, fue bastante complicado elegir a los
personajes y pensar qué iban a hacer en
el escenario, qué nombres ponerles. Por otro lado, tenía que pensar sobre qué tema
iban a hablar (bueno, no hablaron entre ellos, claro está, pero expusieron sus
visiones sobre el tema). Elegí la lectura y las diversas formas de considerarla
como práctica cultural.
El problema es que en la
“obra” que escribí todos exponen algo pero no dialogan: no dejo entrever las
problemáticas que surgirían si cada uno de los personajes (con visiones
diferentes sobre la lectura) discutieran entre sí: ¿qué pasaría si el personaje
que concibe a la lectura como un deber cultural y escolar dialogara con el que
considera a la lectura como una práctica cultural que se construye a partir de
un diálogo con otros textos, con otras voces que emergen de la textualidad?,
¿qué se dirían entre ellos, qué harían para defender una forma de leer por
sobre otra?
Cuando comencé a escribir la
“obra” pensé que era como una especie de “marco teórico” en el que cada
personaje representaba una forma de
concebir a la lectura en tanto práctica cultural: pero, ¿cómo veía yo a la
lectura? La escritura de la “obra” me hizo pensar en mis propias concepciones
y, además, comencé a preguntarme por las múltiples prácticas de lectura que
podrían surgir en mis prácticas. Como reflexión final a partir de esa
corrección me pregunto si esa homologación entre “marco teórico” de una monografía,
en tanto género académico ligado a la Facultad, y mi “obra” no dialogada
estaría mostrando que mi concepción de un marco teórico también es una
representación no dialogada de posturas.
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