jueves, 28 de noviembre de 2013

Escritura ficcional: ¿volver a la escuela secundaria?-Ana Cristina Yuvero




Lo primero que pensé cuando leí la consigna del segundo parcial fue: “hace un montón de tiempo que no escribo ficción”, me acordé de mis años en la escuela secundaria. Sí, en esos momentos escribía ficción y de manera frecuente. Quería traer esos recuerdos así me ayudaban un poco con la redacción aunque también apelé a los textos que estaba leyendo en esos momentos. Pensé que iba a ser una buena idea abordar el género obra de teatro. Tengo que confesar que una de las correcciones del parcial fue que los personajes de la obra no dialogaban entre sí, se presentaban a sí mismos cuando la luz los iluminaba en el escenario pero no hablaban entre ellos. Así que creo que la idea de escribir ficción no resultó tan fácil como pensé. Por un lado, fue bastante complicado elegir a los personajes y  pensar qué iban a hacer en el escenario, qué nombres ponerles. Por otro lado, tenía que pensar sobre qué tema iban a hablar (bueno, no hablaron entre ellos, claro está, pero expusieron sus visiones sobre el tema). Elegí la lectura y las diversas formas de considerarla como práctica cultural. 
El problema es que en la “obra” que escribí todos exponen algo pero no dialogan: no dejo entrever las problemáticas que surgirían si cada uno de los personajes (con visiones diferentes sobre la lectura) discutieran entre sí: ¿qué pasaría si el personaje que concibe a la lectura como un deber cultural y escolar dialogara con el que considera a la lectura como una práctica cultural que se construye a partir de un diálogo con otros textos, con otras voces que emergen de la textualidad?, ¿qué se dirían entre ellos, qué harían para defender una forma de leer por sobre otra?
Cuando comencé a escribir la “obra” pensé que era como una especie de “marco teórico” en el que cada personaje representaba  una forma de concebir a la lectura en tanto práctica cultural: pero, ¿cómo veía yo a la lectura? La escritura de la “obra” me hizo pensar en mis propias concepciones y, además, comencé a preguntarme por las múltiples prácticas de lectura que podrían surgir en mis prácticas. Como reflexión final a partir de esa corrección me pregunto si esa homologación entre “marco teórico” de una monografía, en tanto género académico ligado a la Facultad, y mi “obra” no dialogada estaría mostrando que mi concepción de un marco teórico también es una representación no dialogada de posturas.

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