viernes, 29 de noviembre de 2013

¿Cuál es la respuesta correcta? - María Jazmín Cafferata





 Lo cierto es que cuando leí la consigna del parcial por primera vez, me sentí más bien contrariada. Hace mucho tiempo que no escribo más que parciales, monografias u otros escritos académicos del estilo. Me dio un poco de miedo volver a enfrentarme con mi “yo” creativo. Bueno, no tenía opción, o sí, pero no hacer el parcial me parecía una pavada siendo que no me estaban realmente pidiendo algo tan complicado… excepto producir algo donde cruzara lo leído durante el primer cuatrimestre con la ficción. Bueno, no era tan fácil, tampoco.
Fui considerando las opciones dadas: un cielito “esh imposhible”, me dije al minuto de intentarlo; una historieta tampoco, no me daba la imaginación y no sé dibujar; una escena teatral era factible, pero cada vez que intentaba hacerla, se me desarmaba rápidamente.
Bueno, conclusión: hacemos el diálogo platónico. ¡Uf! ¿Cómo era un diálogo platónico? ¿era el de Sócrates hinchando a alguien para que llegara el momento de incertidumbre y posterior “ascensción dialéctica”? Volvemos al “eshimposhible”.
Además, si bien me interesaban muchas cosas de didáctica especial, no sentía que tuviera realmente asimilados más que los problemas de la enseñanza. Y ahí… ¡la luz! ¿Qué problemas de la enseñanza? ¿qué problemas tuve yo como alumna? ¿cuáles observé cuando miré otras clases? ¿cuáles tuve yo enseñando otra materia?
Si bien era ficción, decidí enfrentarme conmigo misma, a mis miedos a la hora de trabajar con materiales que yo podía amar pero que no sería lo mismo compartir con otros que no lo habían estudiado como yo. Ahí me surgió la posbilidad de hacer un diálogo no con las respuestas, sino con los problemas planteados en la bibliografía pero con los que yo más me relacionaba, en especial, la transposición dialéctica.
¿Qué significa? ¿Cómo dar un material a los alumnos y lograr pasarles también el gusto? ¿Se puede hacer transposición de nuestra pasión por la literatura, por ejemplo? A medida que fui escribiendo el diálogo, me encontré con más y más preguntas y me di cuenta que con todo lo leído, igual no tenía respuestas concretas ni correctas.
Sin embargo, llegué a una cierta “ascensión dialéctica”, a un poquito de claridad: no quiero respuestas correctas. Lo cierto es que cuanto más me pregunto, menos respuestas tengo, pero a veces con la pregunta alcanza. A veces lo que importa es el camino, a veces, casi siempre me animo a decir, lo mejor es no tener respuestas correctas, sólo preguntas.

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