viernes, 29 de noviembre de 2013

Didáctica, ficciones y yo juro que me muero - Federico Guillermo Milicich





El otro día me dieron las consignas del parcial domiciliario de Didáctica y juro que me quiero morir. Hay veces que me pregunto si realmente pretenden volverme loco o qué. Tantos años formándome, rompiéndome la cabeza para aprender las normas de citado (que las APA, que las MLA, que la mar en coche), la estructura de una monografía (introducción clara, clarísima; desarrollo ordenado, ordenadísimo; conclusión sencilla, sencillísima), ¿y ahora? Me mandaron a exponer desarrollos teóricos acerca de la didáctica de la Lengua y la Literatura en una ficción, UNA FICCIÓN. Nos taladraron durante años la cabeza para mantener las formalidades, las estructuras, los academicismos y resultaba que podía exponer en un “cielito”. Juro que tiro todo por la ventana.
¿Y ahora? Siento que me exprimieron toda la creatividad de adentro y que ahora estoy seco. ¿Cómo hago? Siento que me quieren matar. El gran problema de pedirle una producción ficcional a un estudiante de Letras es que nos dedicamos casi pura y exclusivamente a juzgar la estética, las formas, el arte… Y por eso mismo, nos reconocemos como pésimos artistas. ¿Qué nos van a evaluar? ¿Y cómo incluir la Teoría? ¿Cómo hilar? No se me ocurre nada y voy a explotar. Sé que va a quedar feo, acartonado. ¿Me juzgarán por horrible o por conceptualmente inadecuado?
Un amigo me recomendó que me tranquilice y que me deje llevar. Mientras tanto, pienso en cómo hacer que Bombini se encuentre en un café con Chevallard y quede relativamente verosímil. Me dijo que lo tome como un ejercicio, que trate de divertirme, que algo iba a salir. Ya para ese entonces, Barthes se caga a tiros con de Certeau en la guerrilla mientras Bixio e Iturrioz escapan en un descapotable a lo Thelma & Louise.
Mejor dejo esta perorata patética y catártica y me pongo a trabajar. Del domiciliario no tengo ni una carilla, pero en la cabeza ya tengo un terrible best-seller

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