Si algo me
ha costado este año, es lograr “ubicarme” en el rol de estudiante (prefiero
esta palabra, en lugar de “alumno”); desde el año 2007 (o 2008) no cursaba una
materia en Puán, ni había tenido mucho acercamiento; sólo dí finales que tenía
atrasados, y los tres niveles de los idiomas, en carácter de libre (Portugués
me costó tres intentos!). Cuando uno se aleja de las formas propias de las
instituciones, tiende a sobredimensionar las reglas de la estructura; es decir,
se agrandan las propias inseguridades.
Además,
vengo ejerciendo la docencia desde el año 2003, por lo que las prácticas
docentes no significaron una novedad. Sí me obligaron, buenamente por cierto, a
focalizar sobre ciertos nudos, y a afrontar algunos desafíos en torno a
presentar un plan de trabajo más sistemático de lo que suelo hacer. Pero, a
decir verdad, esto también ha influido en que me cueste ubicarme en el rol del
estudiante, o al menos sólo en ese lugar (cuando se da clases, hay que estar
siempre dispuesto a aprender, a desafiarse a aprender incluso).
Lo último,
es que no he escrito nunca una entrada en un Blog; estos días estuve mirando
algunos, relacionados con Puan más que nada, y abundan fotos y anécdotas
relatadas en un registro informal (encontré uno bueno, que recolecta citas de
profesores de la Facultad;
muy graciosos!)
Yendo como quien dice al grano; los dos primeros factores
que redacté recién, me jugaron una mala pasada sobre todo en el examen escrito
de mitad de año; se condensaron allí las dudas e inseguridades sobre los modos,
la perspectiva teórica, cierto uso de palabras, etc. En ese sentido, debo decir
que la posibilidad de la escritura ficcional otorga un margen que ayuda a la
expresión de los “sedimentos cognitivos” que va dejando el reflexionar, el
dejarse atravesar por los materiales de la cátedra, por las escuchas, por las
actividades grupales; en términos de formato, creo que pude expresar más y
mejor lo “sedimentado” en esa parte del año en el punto 2, que en el 1.
Para
realizar ese punto del parcial, intenté armar una suerte de guión teatral que
conjugara algunos elementos que se pretendían graciosos, con algunos nudos de
debates que me resultaron de mucho interés en la bibliografía obligatoria. El
hecho de “poner a jugar” distintas concepciones, de ponerlas en tensión a
partir de los diálogos, repercutió, desde mi visión, positivamente, en el
sentido de que perdieron la aparente sistematicidad con la que se estila
construir las teorías (las ciencias sociales comparten, muchas veces, esas
matrices).