martes, 30 de noviembre de 2010

A la manera de uno mismo…-Florencia Vera Spinelli


Creo que, consecuentemente con la perspectiva que la cátedra mostró durante todo el año, la propuesta de escritura del parcial invitaba a poner en juego aquellos problemas de la enseñanza de la lengua y la literatura en un procedimiento que diera cuenta de su reformulación. Me refiero a que la lógica universitaria se encarga muchas veces de reproducir la acumulación enciclopédica de conocimiento, actualizándola en instancias de examen en que nos dedicamos a glosar lo que otros ya escribieron para lectores que ya lo saben.

Resulta en un primer momento incómodo atreverse a jugar en la escritura, a indagar la forma de explorar algún sentido que uno cree comprender, sospechar, y tirar de ese hilo en un formato poco ejercitado, moverse de aquellos lugares de enunciación que ya dominamos a esta altura casi sin pensarlo.

Creo que se trata de dejarse provocar, y de sostener la incertidumbre (¿será esto lo que hay que hacer?) hasta ver que pasa. Hay en ese gesto un acto de fe. Quiero decir, se supone que somos capaces de poner a jugar un problema mas allá de su enunciación, que el saber acerca de la enseñanza de la lengua y la literatura circula necesariamente en su reconfiguración como discurso. La elección de un género actuó en este caso como marco, como obstáculo y condición de posibilidad de ese ejercicio, y aventuro también que fue una decisión teórica tendiente a dar curso a las inquietantes preguntas que circulaban durante las clases: ¿Cómo se supone que aplicamos la teoría en la práctica?

Creo que apuntamos a una reproducción transformadora, que dice de nosotros en nuestra escritura. Creo que esta misma idea atravesó mis prácticas, o al menos esa fue la intención. Movernos desde una perspectiva teórica que nos ubica como sujetos pasivos en la recepción de información, dejando el conocimiento del lado de la inmanencia de los textos abordados, hacia una praxis de la que salimos modificados.

La escritura nos muestra entonces su cara mas atrevida, allí donde le permitimos jugar con el lenguaje y con nosotros mismos, allí donde empezamos a ver y a recorrer las grietas que hacen de ella una práctica fundamental en la enseñanza de la lengua y la literatura, y en nuestra definición como sujetos productores de conocimiento.

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