En mi aguafuerte artliana aparecía la situación de una profesora desesperada porque sus alumnos son un desastre. Con ese personaje, ficticio a la vez que probable, le daba una voz para que surja en escena el discurso del fracaso escolar, criticado por Charlot. “Arlt” respondía haciendo foco en lo que los estudiantes sí hacen, para negar la visión en negativo de la profesora.
Además esa aula imaginada tenía bastante del terreno de lucha del que nos habla Iturrioz, particularmente del conflicto entre estudiantes y profesor, cada uno con sus intereses y la dificultad de entenderse. Por el mismo lado va la invención de esa Norma, a la que imagino como una maestra vieja y gorda, en decadencia, que no entiende a los pibes ni puede imponer su autoridad. Al final, mi Arlt la justifica, habla de sus buenas intenciones. Así se muestra el problema que nos plantea la norma (esta otra con minúscula) a los sociolingüistas que queremos ser profesores. Eso también está en Iturrioz y sus “Conflictos con la norma”, pero especialmente en Bixio, quien plantea las contradicciones entre la teoría sociolingüística, para la cual la variación es lo constitutivo del lenguaje, y los objetivos homogeneizadores de la educación, a los que se suman las creencias de los docentes.
Esa escritura ficcional muy breve tiene la capacidad de condensar muchos problemas largamente desarrollados en la bibliografía. Además, creo que lo más interesante es que da la posibilidad de plantear temas que nos preocupan aunque no los tengamos muy claros y no podamos resolverlos (posibilidad que se complica cuando hay que sostener una hipótesis en un artículo para colegas). Al escudarnos en la ficción, pueden aparecer prejuicios y temores representados por distintos personajes, de cuyas voces no estamos obligados a hacernos del todo cargo. En mi caso, creo que escribí esa aguafuerte un poco como llamado de atención para que en el momento de empezar las prácticas (dos meses después) tuviera presente a esa Norma para alejarme de su mirada.
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