A lo largo de la cursada, experimenté posiciones disímiles dadas fundamentalmente por el constante deslizamiento entre dos roles. Durante el proceso de las prácticas – en que son imprescindibles la confección del guión y los registros- los saberes construidos durante la cursada derivaron en el desarrollo de nuevas formas de encarar el trabajo en el aula en la escuela media. Esta actividad me hizo olvidar momentánea y necesariamente el papel que acostumbro a ocupar desde que tengo memoria: el de alumna. Repensar mi experiencia en este sentido me lleva a reconocer la adquisición de una consciencia acerca de los modos de construcción reflexiva del conocimiento.
Uno de estos modos reside en la apropiación de la bibliografía teórica a partir de la literatura de ficción, muchas veces relegada institucionalmente en este sentido. Mediante la escritura de un texto símil a Aguafuertes porteñas de Roberto Arlt, pude problematizar nociones omnipresentes en el mundo escolar. A partir de la lectura de textos presentados por la cátedra y utilizando como recurso principal a la parodia, el objetivo de dicha producción fue desnaturalizar el espacio áulico precisamente a partir de su generalización tipificadora. Mediante la falta de cuestionamiento del personaje docente así como el supuesto desinterés de los alumnos expreso una voluntad de pensamiento reflexivo y de conscientización que derriben la ritualización y pérdida de sentido dadas por el poder reificador de la escuela y cristalizadas, por ejemplo, en los indicadores numéricos utilizados para evaluar a los alumnos. A su vez, las metáforas militares (“enemigo”, “batalla”) expresan la deshumanización a que corren riesgo de acercarse las relaciones intersubjetivas, riesgo sostenido por la negación de los conflictos subyacentes (y no tanto) en el aula.
Se propone, entonces, a partir de la ficción, un replanteamiento de la relación docente-alumno y de los roles que ambos ocupan en tanto sujetos activos que construyen conjunta y reflexivamente el conocimiento, dejando a un lado los prejuicios y atendiendo a condiciones y necesidades específicas de cada contexto. En este sentido, mi recurrencia al campo discursivo del habla popular y cotidiana contribuye a revalorizar un tipo de conocimientos que suele ser dejado a un lado en las escuelas. No casualmente, el texto concluye con un intento por definir la educación, exponiendo la tensión entre perspectivas disímiles y tomando claramente partido por una de ellas.
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