martes, 30 de noviembre de 2010

Del diálogo a la escritura...-M. Virginia Olivera Chariaud


Hablamos mucho de diálogo, nos llenamos la boca de panegíricos a todo lo que suponga una “relación dinámica” con la Lengua y la Literatura…pero cuando se trata de ver cómo “bajamos” todo esto en la tarea docente, pedimos a gritos que nos transmitan recetas escritas para aprender del modo más estático (=seguro y sin riesgo) posible. No es este el caso de esta materia. Debemos reconocer aquí que la palabra se asfixia sin el diálogo, y éste hunde sus raíces en la oralidad, viva, maleable, y permeable a todo pensamiento.

Por eso creo que fue muy oportuno sostener durante todo el primer cuatrimestre esta materia sobre el diálogo, que inevitablemente se vio fecundo en las consignas del Parcial, porque la apropiación necesaria de los textos para poder responder a las consignas no podía darse sino de manera personal y viva para poder expresarse a través de una ficción.

Destaco un telón de fondo en esta materia que a mi modo de ver, resulta imprescindible en toda la carrera, y por lo menos al final lo vislumbramos: IMAGINACIÖN! Y esta es siempre una riqueza invalorable.

Porque los que elegimos transitar esta carrera, sabemos bien que el horizonte “siempre se persigue”, pero cuando creemos haberlo alcanzado, seguramente es que nos hemos topado con un muro. A veces sin embargo, éste es más sólido, más “cómodo” para apoyarnos, sin duda, pero nos impide avanzar, y en la vida se trata más bien de esto.

Acostumbrados a pedir y dar “certezas”, la evaluación de la cátedra sobre los modos de apropiación de la bibliografía es sin duda desestabilizante, pero por lo mismo, resulta un desafío atractivo para saber que siempre se puede dar un paso más en el diálogo con nuestros propios saberes, con nuestras propias certidumbres, para encontrar respuestas que nos desconciertan sólo porque tal vez aún no hemos pensado la pregunta…

El oficio de ser alumno-Mariana P. Battaglini Cassano


Hace poco tuve una experiencia bastante interesante y singular que me interesaría compartir con mis correligionarios. Para una materia de la carrera, Didáctica especial, en el parcial, una de las consignas nos pedía que escribiéramos una ficción, en la cual se tematizaba cierta bibliografía. Me sentí un poco extrañada ante esto; aunque ya estoy a punto de terminar la carrera de Letras, nunca (sí, nunca!!!) había escrito por exigencias académicas un relato ficcional! Pero al extrañamiento se sumó la emoción de incursionar en este ámbito tan deseado, pero tan reprimido dentro de la Academia.

Lo novedoso de esta propuesta supuso ciertos desafíos; ya no se trataba de desplegar cierto marco conceptual in abstracto o bien asociado a cierto problema particular; por el contrario, se trataba de metamorfosear ciertas nociones teóricas en problemas vivos de ciertos personajes. Esto, a diferencia de los desarrollos solicitados en formas de evaluación canónicas, demandaba una compenetración y apropiación de las nociones teóricas a abordar mucho más intensa y plena. Había que pensar creativamente los problemas teóricos en situaciones imaginarias, pero tan reales como las nuestras; es decir, nos exigía posicionarnos en el lugar de los autores, develar los fundamentos de sus proposiciones, las motivaciones e intencionalidad de sus propuestas, para así luego poder transformar a éstos en personajes de un diálogo platónico (tal era la consigna de la ficción a desarrollar).

Pero este “hacerse carne” de la teoría, además también convocó a otro tipo de saberes, más allá del marco estrictamente académico y disciplinar, puesto que se apelaba a nuestra imaginación y a nuestra fantasía al momento de abordar conceptos teóricos. Esto, sumado a la experiencia inaugural de escritura ficcional para la carrera, abrió las puertas a algo que suele ser un vacío, una carencia en nuestro “estudiantar”: el placer. Sí, ¡el placer! El placer de convertirse por un momento en escritor y dejar que no sólo la razón, sino también la imaginación transiten a lo largo de conceptos teóricos.

Alguien alguna vez habló del placer del texto, algo que muchas veces se pierde en nuestro trabajo académico con la literatura y, ahora, por primera vez, el placer se abría paso ante la escritura y la resolución de una consigna de parcial.

Ojalá vengan más y más experiencias de esta naturaleza que nos convoquen en un sentido “total” como sujetos para el trabajo con la bibliografía y su apropiación, pero, más aún, que den espacio al placer y al goce de nuestra mente y nuestra fantasía, sin por ello disminuir en nada la rigurosidad académica.

Diario de viaje-Carolina Simon

Sigo a bordo del Didáctica, ya pasaron como ocho meses, estos son los últimos días de viaje en el barco, dentro de muy poco llegaré a tierra. Dedico las pocas hojas que me quedan en el diario para escribir, como casi todas las noches, sola, cuando todo está en silencio y puedo registrar en mis papeles (mientras pienso…) lo que va ocurriendo en el viaje, a veces en mi camarote, otras en la cubierta del barco mientras escucho el oleaje y solo unos pocos marineros andan por allí cumpliendo sus tareas de guardia. Hoy en particular quiero registrar un hecho ya ocurrido, en el mes de julio, a mitad del viaje, pero visto desde otro lugar, parada en otro instante, ya que el tiempo ha pasado desde aquel hecho, y se han sumado experiencias en este tiempo transcurrido en el viaje. Miro hacia atrás en el tiempo, recuerdo la experiencia de aquel día…en el que, en este viaje de observación, lectura, práctica y aprendizaje sobre la didáctica de las Letras, crucé textos de la bibliografía con el fin de armar un diálogo platónico a partir de dos autores. En aquel momento la idea de escribir al estilo de Platón, de ponerme en el lugar de alguien que ESCRIBIÓ fue algo que me entusiasmó, que me llenó de ganas de escribir más y más variadas cosas, y que me hizo recordar mis 14 años, cuando había formado un grupo de poesía con compañeras del colegio, al que habíamos llamado “La sociedad de las poetas muertas” después de ver la película, y nos juntábamos en un lugar específico del parque para leer; me hizo recordar el deseo de escribir una novela, de escribir teatro que tenía cuando terminé la secundaria, y cuando ingresé a la facultad (deseo que nunca se apagó, pero quedó en algún lugar recóndito de mi ser). Aquel modo de apropiación de los textos que el capitán proponía, implicaba poner en diálogo a dos personas que reflexionaron y escribieron acerca de la lengua, de la forma de enseñar, de las acepciones que existen sobre ella[1]. Ese modo de apropiación implicaba leer y releer para comprender sus posturas, para cruzarlas, para ponerme, alternadamente, en la piel de aquellos y dialogar en el lugar de cada uno, preguntar, afirmar, responder. Hoy, puedo ver que apropié aquellos textos mediante la comprensión detenida que tuve que lograr para escribir el diálogo platónico. Y también puedo ver, después de la práctica que me asignaron con los “marineritos” de 1º año, a los cuales guié en su acercamiento a la lengua, la literatura y la escritura, ver y sentir que soy/ somos capaces de escribir ficción si lo deseamos, la soltura con que se manejaron mis “marineritos” a la hora de escribir, cómo pudieron dejarse llevar por su imaginación y enlazarla con el conocimiento acerca de los relatos policiales que estaban adquiriendo, hizo que pudiera verme, re-verme como sujeto de letras que no solo escribe monografías y resuelve parciales ya que el deseo de escritura se asomó desde aquel lugar escondido y añoré –sin verla lejana, sino volviendo a acercarse - la fluidez, la espontaneidad de tiempos pasados, pudiéndola considerar hoy enriquecida con tanta literatura a cuestas tras haber atravesado casi toda la carrera e imaginándola mucha más rica con toda la literatura por venir en mi vida.

Ya falta muy poco, hoy uno de los marineros desde la torre visualizó la costa, estamos por llegar a Profesora, sé que el viaje continuará después de desembarcar.

29/11/2010

Nota: Por la relación entre los términos blog y bitácora, elegí escribir en el formato diario de viaje, por una cuestión de gustos simplemente, y quizás por el deseo de escribir de un modo más ficcional y de utilizar la metáfora de la nave tan recurrente en la poesía.

(El nombre bitácora está basado en los cuadernos de bitácora, cuadernos de viaje que se utilizaban en los barcos para relatar el desarrollo del viaje y que se guardaban en la bitácora)



[1] Yo había elegido Iturrioz y Claire-Benveniste.

Posturas duras de lecturas y escrituras-Juan Manuel Avila


“¿Hay que contar una risa?” Me dijo el pibe que estuvo toda la clase escuchando música con sus auriculares.

“¿Son como adivinanzas?” Me dijo el que prestó atención toda la clase.

“Yo no sé hacer estas cosas.” Me dijo la que miraba tímidamente.

La consigna de escribir un relato breve, muy breve de ficción desencajó a más de uno de los chicos. Tardaron en entender lo que pretendía de ellos, miraban confundidos cuando me entregaban el trabajo y yo les pedía que cambien esto o aquello. Tenían miedo de tachar, me decían que después lo iban a pasar en una hoja aparte.

Las cosas más o menos como son: delante de mí no estaban sentados Neruda, Borges, Cervantes y Góngora. Estaban sentados unos pibes de una escuela secundaria básica del conurbano bonaerense. Y así y todo, me encontré con una postura definida hacia los textos, hacia la forma de narrar historias… hacia la Literatura, si se quiere. Hay que estar atento a lo que te dicen los chicos para entender esta postura, principalmente por lo más probable es que ellos mismos no sean conscientes de que la han adoptado o que se la han impuesto. La postura es más o menos la siguiente, generalizando:

Una historia se piensa y luego se escribe.

Una historia se escribe de una sentada y sin modificaciones.

Una historia debe ser lineal.

Una historia debe ser clara.

Los resultados cuando se va en contra de estas posturas “duras”, rígidas y simplificadas son fantásticas. Los chicos se bloquean, se enojan, se divierten.

La lejanía de los chicos con respecto a la literatura depende en gran, gran parte de la concepción que uno tenga de la literatura en sí. Y si uno piensa en la literatura conectada con la narración de historias, con el vuelo de la imaginación, con la fantasía y la aventura, la verdad es que esos contenidos hoy en día no están tan lejos de los chicos. No serán exclusivos del formato impreso tradicional al que se asocia la literatura, pero en la era multimediática y virtual suena medio a troglodita ponerse a buscar esencialismos y especificidades.

Repito: los chicos no sólo tienen contacto con la narración y la literatura, sino que tienen una postura al respecto. Informarlos al respecto y problematizar esa postura es un lindo trabajo para el docente.

Herramientas para el día a día-Bárbara Alí


Mi experiencia como alumna de la materia puedo dividirla en tres partes.

La primera parte se vincula con el primer cuatrimestre. Los textos etnográficos me sirvieron mucho en el momento de ir a realizar las observaciones al colegio elegido. Recuerdo especialmente un texto que hablaba de la importancia de conducir la mirada hacia las paredes del aula, del patio, de los distintos espacios, ya que éstas comunicaban intereses, gustos, sentimientos, preocupaciones y pensamientos de los alumnos.

La segunda parte, se relaciona con el segundo cuatrimestre.

Los prácticos me parecieron muy buenos ya que ahí trabajamos con la escritura, inventamos consignas, tratamos de resolverlas, conocimos los libros-álbum.

En el práctico encontré herramientas para usar día a día dentro del aula con mis alumnos. Salía de cada clase con ideas para realizar con los chicos.

La tercera parte tiene que ver con aquellos textos que “rescato” de la bibliografía como útiles. Me gustaron los textos vinculados a las prácticas de taller de escritura. Gramática de la fantasía de Rodari, Taller de escritura de Maite Alvarado y otros autores y todos los libros- álbum. Estas me parecen buenas propuestas para trabajar en clase. Muchos de éstos ya los estuve usando y generaron reacciones de gusto en los chicos.