Sigo a bordo del Didáctica, ya pasaron como ocho meses, estos son los últimos días de viaje en el barco, dentro de muy poco llegaré a tierra. Dedico las pocas hojas que me quedan en el diario para escribir, como casi todas las noches, sola, cuando todo está en silencio y puedo registrar en mis papeles (mientras pienso…) lo que va ocurriendo en el viaje, a veces en mi camarote, otras en la cubierta del barco mientras escucho el oleaje y solo unos pocos marineros andan por allí cumpliendo sus tareas de guardia. Hoy en particular quiero registrar un hecho ya ocurrido, en el mes de julio, a mitad del viaje, pero visto desde otro lugar, parada en otro instante, ya que el tiempo ha pasado desde aquel hecho, y se han sumado experiencias en este tiempo transcurrido en el viaje. Miro hacia atrás en el tiempo, recuerdo la experiencia de aquel día…en el que, en este viaje de observación, lectura, práctica y aprendizaje sobre la didáctica de las Letras, crucé textos de la bibliografía con el fin de armar un diálogo platónico a partir de dos autores. En aquel momento la idea de escribir al estilo de Platón, de ponerme en el lugar de alguien que ESCRIBIÓ fue algo que me entusiasmó, que me llenó de ganas de escribir más y más variadas cosas, y que me hizo recordar mis 14 años, cuando había formado un grupo de poesía con compañeras del colegio, al que habíamos llamado “La sociedad de las poetas muertas” después de ver la película, y nos juntábamos en un lugar específico del parque para leer; me hizo recordar el deseo de escribir una novela, de escribir teatro que tenía cuando terminé la secundaria, y cuando ingresé a la facultad (deseo que nunca se apagó, pero quedó en algún lugar recóndito de mi ser). Aquel modo de apropiación de los textos que el capitán proponía, implicaba poner en diálogo a dos personas que reflexionaron y escribieron acerca de la lengua, de la forma de enseñar, de las acepciones que existen sobre ella. Ese modo de apropiación implicaba leer y releer para comprender sus posturas, para cruzarlas, para ponerme, alternadamente, en la piel de aquellos y dialogar en el lugar de cada uno, preguntar, afirmar, responder. Hoy, puedo ver que apropié aquellos textos mediante la comprensión detenida que tuve que lograr para escribir el diálogo platónico. Y también puedo ver, después de la práctica que me asignaron con los “marineritos” de 1º año, a los cuales guié en su acercamiento a la lengua, la literatura y la escritura, ver y sentir que soy/ somos capaces de escribir ficción si lo deseamos, la soltura con que se manejaron mis “marineritos” a la hora de escribir, cómo pudieron dejarse llevar por su imaginación y enlazarla con el conocimiento acerca de los relatos policiales que estaban adquiriendo, hizo que pudiera verme, re-verme como sujeto de letras que no solo escribe monografías y resuelve parciales ya que el deseo de escritura se asomó desde aquel lugar escondido y añoré –sin verla lejana, sino volviendo a acercarse - la fluidez, la espontaneidad de tiempos pasados, pudiéndola considerar hoy enriquecida con tanta literatura a cuestas tras haber atravesado casi toda la carrera e imaginándola mucha más rica con toda la literatura por venir en mi vida.
Ya falta muy poco, hoy uno de los marineros desde la torre visualizó la costa, estamos por llegar a Profesora, sé que el viaje continuará después de desembarcar.
29/11/2010
Nota: Por la relación entre los términos blog y bitácora, elegí escribir en el formato diario de viaje, por una cuestión de gustos simplemente, y quizás por el deseo de escribir de un modo más ficcional y de utilizar la metáfora de la nave tan recurrente en la poesía.
(El nombre bitácora está basado en los cuadernos de bitácora, cuadernos de viaje que se utilizaban en los barcos para relatar el desarrollo del viaje y que se guardaban en la bitácora)