Escribo desde que pude:
escribo todo lo que puedo desde que aprendí a escribir. En mis garabatos
enseguida incluí las letras, apenas las fui aprendiendo. Mis compañeritos de
jardín aprendieron a escribir LAU antes que sus propios nombres, porque yo les
enseñé.
Escribí cuentitos,
narraciones, composiciones tema la vaca, composiciones tema mi familia, con una
de las cuales gané un concurso de composiciones en tercer grado, en la
secundaria gané los certámenes literarios que se cruzaran con mis cuentitos
sobre el universo del tango y… Un día me anoté en Letras.
Y dejé de escribir.
Y empecé a escribir
monografías y monografiítas, informes y reseñas, trabajos prácticos y
parciales. Nunca más ficción. Pasé por todos los estadios: desde creer que no
iba a entender nunca la escritura académica a enfervorizarme con ella, ebria de
dieces y nueves, a aburrirme y buscar mis motivaciones. Me anoté en Letras para
escribir. Ilusa. ¡Si en Letras nadie te ayuda a escribir!
Cuando la Materia
Didáctia Especial me propone escribir ficción para un examen, me une los mundos
separados en compartimentos estancos: Escritura de ficción/ Escritura
académica.
No me copa.
Tengo que a la vez dar
cuenta de ciertos contenidos de estudio y aprendizaje e inventar una escena, un
cielito patriótico, un diálogo de Platón. What? Solo sé que no sé nada.
Entonces, vuelvo sobre
la consigna-situación de evaluación, dar cuenta en un texto de ficción de los
temas trabajados en la materia. En principio lo rechazo por aburrido, pienso
que escribir teniendo que incluir “contenidos” acota y disminuye mi posibilidad
de “crear”. (En la actualidad como profesora, caigo a veces en la misma
confusión, pobreciiiiiiitos, les doy una consigna muy específica, no los dejo
“ser”… caigo y me levanto, eh).
Entonces me levanto,
empiezo a garabatear un diálogo, pensando en una escena teatral, pensando en la
conversación como vehículo dialéctico de ideas, puedo en definitiva, plantear
personajes que discurran sobre la enseñanza de la Lengua y la literatura en el
aula.
¿Resultado? Quedó una
ridiculez de escena, yo que amando tanto el teatro, salí del intríngulis
academia/ficción, estudiando dramaturgia y escribiendo teatro… No importa, me
encantó el desafío y me encantó estar expuesta a mi gataflorismo educativo.
Tanto, que nunca pierdo
oportunidad de poner a mis alumnos en el mismo brete.
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