miércoles, 25 de junio de 2014

la gata flora- laura garaglia



Escribo desde que pude: escribo todo lo que puedo desde que aprendí a escribir. En mis garabatos enseguida incluí las letras, apenas las fui aprendiendo. Mis compañeritos de jardín aprendieron a escribir LAU antes que sus propios nombres, porque yo les enseñé.
Escribí cuentitos, narraciones, composiciones tema la vaca, composiciones tema mi familia, con una de las cuales gané un concurso de composiciones en tercer grado, en la secundaria gané los certámenes literarios que se cruzaran con mis cuentitos sobre el universo del tango y… Un día me anoté en Letras.
Y dejé de escribir.
Y empecé a escribir monografías y monografiítas, informes y reseñas, trabajos prácticos y parciales. Nunca más ficción. Pasé por todos los estadios: desde creer que no iba a entender nunca la escritura académica a enfervorizarme con ella, ebria de dieces y nueves, a aburrirme y buscar mis motivaciones. Me anoté en Letras para escribir. Ilusa. ¡Si en Letras nadie te ayuda a escribir!
Cuando la Materia Didáctia Especial me propone escribir ficción para un examen, me une los mundos separados en compartimentos estancos: Escritura de ficción/ Escritura académica.
No me copa.
Tengo que a la vez dar cuenta de ciertos contenidos de estudio y aprendizaje e inventar una escena, un cielito patriótico, un diálogo de Platón. What? Solo sé que no sé nada.
Entonces, vuelvo sobre la consigna-situación de evaluación, dar cuenta en un texto de ficción de los temas trabajados en la materia. En principio lo rechazo por aburrido, pienso que escribir teniendo que incluir “contenidos” acota y disminuye mi posibilidad de “crear”. (En la actualidad como profesora, caigo a veces en la misma confusión, pobreciiiiiiitos, les doy una consigna muy específica, no los dejo “ser”… caigo y me levanto, eh).
Entonces me levanto, empiezo a garabatear un diálogo, pensando en una escena teatral, pensando en la conversación como vehículo dialéctico de ideas, puedo en definitiva, plantear personajes que discurran sobre la enseñanza de la Lengua y la literatura en el aula.
¿Resultado? Quedó una ridiculez de escena, yo que amando tanto el teatro, salí del intríngulis academia/ficción, estudiando dramaturgia y escribiendo teatro… No importa, me encantó el desafío y me encantó estar expuesta a mi gataflorismo educativo.
Tanto, que nunca pierdo oportunidad de poner a mis alumnos en el mismo brete.

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